Por R. Donald Shafer
Cuando una persona se convierte en creyente en Nuestro Señor Jesucristo, esa persona comienza una nueva vida. Convertirse en un discípulo de Cristo es tanto una experiencia personal como un compromiso corporativo. Por lo tanto, la celebración de un evento tan significativo como éste y de sus implicaciones para la vida es importante.
En términos históricos, el bautismo por agua fue un ritual de iniciación y la práctica de casi todo cristiano. Fue un punto importante al comienzo del ministerio de Cristo y también un punto resaltante en Sus últimas palabras a los discípulos antes de su ascensión (Mateo 3:6; 28:19).
La práctica del bautismo se ha expresado en distintas formas entre los grupos cristianos. Existen varias formas distintas de bautizar, tales como el rociar el agua, verterla o sumergir a la persona en ella. Pero la diferencia más marcada respecto al bautismo entre los cristianos es si se lleva a cabo en la infancia o cuando la persona se convierte en creyente.
Los Hermanos en Cristo se cuentan entre quienes consideran que el bautismo del creyente es un signo externo del cambio interno del corazon y del nuevo rumbo de su vida. El modo en que se lleva a cabo el bautismo en la Iglesia de los Hermanos en Cristo es por medio de la inmersión, en posición de rodillas y hacia delante, en señal de obediencia humilde. Tal como Cristo inclinó su cabeza a su muerte, así debe arrodillarse e inclinarse el creyente en sumisión frente a Dios. Las tres inmersiones se hacen para honrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Los Hermanos en Cristo son herederos de la enseñanza de los Anabautistas, quienes tenían por entendido que el Nuevo Testamento enseña el bautismo de los creyentes (Mateo 3:13-17; Hechos 2:38-41; Romanos 6:4). Los Hermanos en Cristo, así como otros grupos, afirman que la creencia en Jesús como Nuestro Señor es un prerrequisito para el bautismo.
El bautismo se le ofrece a quienes obedecen a Cristo como creyentes responsables. Por lo tanto, en vez de bautizar a los niños en la infancia, los Hermanos en Cristo pratican una ceremonia de dedicación para los niños pequeños, según lo sugieren algunos ejemplos bíblicos (1 Sam. 1:11, 24-28; Marcos 10:13-14).
Los Hermanos en Cristo entienden que el bautismo, por sí mismo, no tiene ningún poder. Más bien, es un símbolo del arrepentimiento que ya ha experimentado el creyente. Es una celebración del perdón de Dios. La Biblia y no las tradiciones o autoridad eclesiastica es nuestra guia en cuanto a esta ordenanza. El Libro de Hechos relacióna la fé en Cristo y el bautismo. La conversión de Simón, el mago, (Hechos 8:9-13), el recuento que Pedro hace de los gentiles conversos (Hechos 11:16-17), la salvación del carcelero de Filipos (Hechos 16:33-34), la conversion de Crispo, el principal de la sinagoga (Hechos 18:8), y las palabras de Pablo a los efesios (Hechos 19:4-5), todas tienen una cosa en común. Todos esos eventos enlazan la fé en Cristo con el bautismo. El mandato de la iglesia primitiva era que la persona «crea y sea bautizada». Es claro, entonces, que el bautismo es un ritual que simboliza la entrada a la vida cristiana.
El bautismo es una señal de pertenencia al nuevo Reino. Los Hermanos en Cristo consideran que la fé en Cristo, seguida por el bautismo, es esencial para poder ser parte del cuerpo de Cristo. Para nosotros, el cuerpo de Cristo es un grupo visible de gente. La iglesia no es ante todo un lugar, una lista de doctrinas o de creencias, ni una organización. Es más bien un grupo específico de personas que juntas son miembros del cuerpo de Cristo. Es la congregación local.
Cuando Norman Bert escribe sobre los patrones de la vida eclesiástica, él describe como sigue la practica del bautismo en el tiempo de los comienzos de la Iglesia de los Hermanos en Cristo:
«El bautismo era la puerta a través de la cual pasaba el nuevo creyente para entrar a la iglesia y para dar el primer paso como discípulo y hermano. El bautismo se llevaba a cabo como sigue: Se convocaba una reunión porque algunos creyentes habían solicitado el bautismo».»Durante esa reunión, los Hermanos escuchaban a los solicitantes testificar acerca de sus experiencias de su nuevo nacimiento y expresar su aceptación de las doctrinas de la Biblia en la forma en que las practican los Hermanos en Cristo. Después de oír los testimonios, los Hermanos en esa reunión aceptaban o rechazaban a cada solicitante. Los solicitantes aceptados eran bautizados en un riachuelo o en un lago cercano».»Ellos consideraban al bautismo como el primer acto de obediencia cristiana del nuevo creyente tras su conversión. El bautismo era un acto que se efectuaba en hermandad; todos los hermanos participaban al aceptar a este nuevo creyente como a uno de ellos.» (1)
Tanto la iglesia primitiva como los fundadores de los Hermanos en Cristo afirmaban que el bautismo es una señal de la creencia en Cristo y de pertenencia a su cuerpo. El bautismo era la señal externa de que una persona, no sólo creía en Jesús, sino que también formaba una relación de pacto con la iglesia cristiana en todo el mundo. Era un símbolo de su incorporación a la iglesia. Estos criterios son consistentes con el concepto de que el cuerpo de Cristo es un grupo visible de creyentes. El bautismo es la señal de que uno como creyente es parte de la iglesia universal y que la iglesia universal está formada por congregaciones. El cristiano se compromete con y participa en una expresión local del cuerpo de Cristo.
Por lo tanto, el bautismo es la señal de una nueva vida que es personal pero no es aislada. Debe ir seguida por el compromiso con una iglesia local dada. A un creyente se le bautiza dentro de un grupo particular. A la vez, se bautiza al creyente dentro de la familia de Dios, lo que se expresa en la realidad por medio de un pacto y membresia en una iglesia local.
Los Hermanos en Cristo consideran que la membresia es un compromiso. Formar parte del cuerpo de Cristo es algo parecido al matrimonio. Se necesita tener un compromiso real y trabajar en pro de este compromiso para que el mismo se convierta en algo duradero. La membresia es un compromiso que se hace intencionalmente y con amor. Aunque el bautismo y la membresia no son sinónimos, ambos están estrechamente relacionados.
Cada creyente hace un pacto con una iglesia local dada. Por lo general a este compromiso se le conoce como membresia. Dicho compromiso debería ocurrir en una ocasión tan próxima al bautismo como sea posible. Nuestra membresia en una congregación local depende de una relación continúa con la misma. Al mudarse la persona su membresia debe ser confirmada en la nueva congregación. No hace falta volver a bautizar a quienes recibieron su bautismo como creyentes y que desean ser parte de los Hermanos en Cristo.
Si los creyentes entienden el significado del compromiso que hacen con su bautismo, esto se hará evidente en el amor y el cariño que le mostrarán a los demás miembros de la familia de Cristo. Pertenecer a la iglesia de Cristo es tomar una parte activa en relacionarse y edificar el cuerpo de creyentes.
Para los Hermanos en Cristo, el bautismo es la señal de que un creyente está comenzando públicamente una vida nueva y se está convirtiendo en un miembro responsable de la congregación y de la denominación. El bautismo del creyente es realmente un evento significativo, un acto deliberado fundado en la creencia personal en Jesús como el Señor. También es el símbolo de una nueva vida y de la participación en una nueva familia. Es la dedicación a un peregrinaje que durará toda la vida, junto con los demas hermanos; un acto de obediencia con el propósito de seguir al Señor y para amar a Su pueblo.
(1) Norman Bert, Adventure in Discipleship