Una nueva vida es posible cuando recibimos a Cristo en nuestro corazón, y le permitimos ser el centro de nuestras vidas. En ese momento pasamos a pertenecerle a él, y a ser sus hermanos. Dios Padre nos adopta como hijos, y comenzamos a ser parte de la familia de Dios: «a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12).
Para recibir a Cristo hay que hacer cuatro cosas:
1. Admitir nuestra necesidad espiritual. Reconocer que somos pecadores.
2. Arrepentirse y tener el propósito de abandonar la antigua vida de pecado.
3. Creer que Jesús, el Hijo de Dios, murió por ti.
4. Recibir a Jesucristo como centro de tu corazón, por medio de una oración sincera. La oración podría tener un formato como éste o semejante: «Amado Señor Jesús, sé que soy pecador y creo que moriste en la cruz por mí. Ahora mismo abandono mi vieja vida y te abro las puertas de mi corazón y de mi vida. Por favor, entra en ella para cambiarla radicalmente. Te acepto como mi Señor y mi Salvador personal. Gracias por tu enorme amor por mí. Amén».
«Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Romanos 10:9).
¡Bienvenido a una vida nueva!