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Separación iglesia-estado

En el tiempo de la Reforma, tanto católicos como protestantes se sentí­an autorizados para imponer sus ideas mediante la violencia de las armas. En el fondo, todos seguí­an pensando que la unión entre el cristianismo y el imperio romano, tal como habí­a tenido lugar en el tiempo del emperador Constantino (siglo IV), habí­a sido algo positivo.

Los anabautistas cuestionaron esta idea. En la Escritura descubrieron que el pueblo de Dios es un pueblo distinto de los demás pueblos, llamado a ser testigo de la nueva vida que recibimos con Cristo. Los anabaustistas aceptaban la autoridad del estado en sus competencias, pero pensaban que los creyentes no están llamados a ejercer la autoridad del estado, ni a imponer ningún credo por la fuerza. Su ciudadaní­a es la del Reinado de Dios, y su Rey es Jesús. La pertenencia a la iglesia es libre, y presupone la fe.

Por eso, en una época en la que católicos y protestantes hací­an arder las hogueras, y mucho antes de que la ilustración empezara a hablar de «tolerancia», los anabautistas defendieron la libertad de conciencia para todos los grupos religiosos.

Todaví­a hoy muchos estados siguen favoreciendo una determinada religión, y muchos iglesias siguen aspirando a ser sostenidas por el estado. Todaví­a hoy muchos presuntos cristianos siguen utilizando el estado para perseguir sus propios fines polí­ticos, económicos o religiosos. Por eso, el testimonio anabautista de una iglesia libre e independiente del poder sigue teniendo plena validez.