La solución de Dios consistió en venir él mismo a nuestro encuentro. La Biblia nos narra la historia de los diferentes pasos que Dios fue dando para recuperar la comunión con nosotros. Es lo que podemos leer en los libros del Antiguo Testamento, que forman la primera parte de la Biblia. En estos libros se nos enseña también cómo el pueblo de Israel fue enseñado por Dios a esperar a un Mesías que sería el Salvador de toda la humanidad.
La historia de Dios con Israel llegó a su plenitud cuando Dios mismo se encarnó en Jesús, el Mesías (esto es lo que significa «Jesucristo»), y se entregó a sí mismo por nosotros. Los cristianos llamamos a Jesús «Hijo de Dios», porque pensamos que en él Dios mismo se hizo presente en la historia, tomando la condición de un ser humano.
Jesús, con su vida, nos enseñó cómo vivir una vida abundante, con la ayuda de su Espíritu. En lugar de optar por la violencia, Jesús decidió romper los círculos opresivos de la venganza y el resentimiento. La muerte de Jesús en la cruz fue el sacrificio en el que Dios mismo cargó con nuestros pecados, para reconciliarnos definitivamente con í‰l. La resurrección de Jesús nos muestra que él era realmente Dios, y nos abre a una esperanza que no se acaba.
Como escribió Pablo, uno de sus primeros discípulos: «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5:19-21).
¿Quieres recibir la salvación y la nueva vida que posibilita Jesús? ¿Quieres reconciliarte con Dios? ¿Quieres comenzar la mejor etapa de tu vida? Merece la pena probarlo, de veras. La decisión es tuya.