Decía un famoso líder hinduísta, el Mahatma Gandhi, que «la única gente que no se ha dado cuenta de que el mensaje de Jesús es no-violento, son los cristianos». Siglos de guerras y de persecuciones lideradas por presuntos cristianos confirman tristemente esta observación. Sin embargo, siempre han existido grupos de cristianos que se han dado cuenta de que el mensaje de Jesús excluye la violencia. Los anabautistas evangélicos encontraron que el Nuevo Testamento prohibía cualquier tipo de violencia, y exhortaba incluso a amar a los enemigos.
Cuando Jesús alude al uso de la espada, es claro que el sentido es metafórico: cuando los discípulos le presentan dos espadas, Jesús responde diciendo «basta» (Lucas 22:35-38). De acuerdo con el Sermón del Monte, el cristiano está llamado a responder al mal con el bien, a bendecir a los que maldicen y a orar por los que le persiguen (Lucas 6:27-36). La espada del cristiano es la Palabra de Dios (Efesios 6:17).
El cristiano acepta que el estado pueda usar la violencia contra los que hacen el mal (nunca contra personas inocentes, como en las guerras modernas). Ahora bien, los anabautistas entendieron que los cristianos no estaban llamados a ser parte del aparato violento del estado, sino a participar de un llamado más alto, consistente en responder al mal con el bien (Romanos 12:9-13:14). La no violencia cristiana no es lo mismo que pasividad ante la injusticia. El cristiano está llamado a buscar medios creativos para acabar con la injusticia y la violencia, aunque estos medios pongan en peligro su vida.
La no violencia cristiana no es un simple pacifismo filosófico o ético. Nace de la fe en que Dios guía la historia, y que el testimonio de la entrega pacífica a los demás dará un testimonio fructífero del amor de Dios, incluso a los que nos persiguen.